PRESENTACIÓN

UN PABELLÓN PARA SOÑAR, escrito por Juan Bolea con motivo del 25º aniversario del pabellón en 2015

El Pabellón “Príncipe Felipe” está indisolublemente unido a la Zaragoza moderna surgida a lo largo de la llamada Transición política, desde los primeros años ochenta hasta la actualidad.

Justamente en el ecuador de ese período, hace ahora 25 años, se levantó esta infraestructura multidisciplinar, que tantas satisfacciones habría de dar a la ciudad, y a la Comunidad Autónoma de Aragón, y que vendría a multiplicar por muchos enteros los servicios y prestaciones de otros pabellones zaragozanos ya existentes, el Salduba, La Romareda, el popularmente conocido como “el Huevo”, las pistas cubiertas de algunos clubs, las canchas colegiales, etc.

Pero soplaban nuevos vientos y, con gran esfuerzo, Zaragoza fue dotándose en la década de los 80 y 90 de una larga serie de infraestructuras de las que claramente carecía.

Entre ellas, la de un Pabellón multiusos, amplio, confortable, capaz de albergar a los primeros equipos de baloncesto y balonmano, entre otros deportes, potenciar sus canteras y aficiones, su prestigio y sus resultados en las principales competiciones nacionales. Y no sólo eso. Tales usos puramente deportivos debían de simultanearse con otros de cariz más festivo o cultural, en niveles de similar calidad. Algo, una característica plural que, por entonces, y estamos hablando de un cuarto de siglo atrás, no reunía prácticamente ningún pabellón deportivo en España.

Por eso, al poco de inaugurarse la instalación, en cuanto el Pabellón “Príncipe Felipe”, bien gestionado desde el primer momento, con un equipamiento humano y técnico correctamente dimensionado y capacitado, demostró que podía alternar sus prestaciones entre el deporte y la música de cualquier tipo, entre el show deportivo y el musical de moda, entre el Circo del Sol y los “Glober Trotters”, entre eventos deportivos como una Copa Davis o una Final Four de basket con un espectáculo de “Disney on Ice”, su programación se convirtió en un atractivo permanente, en un foco de formación y diversión, de ocio y aprendizaje. Y yo añadiría que en un milagro, porque en una misma semana, distintos espectadores podían asistir, en número de varios millares, a un recital de ópera, a un partido crucial del CAI o a un concierto de Bob Dylan.

Quien, por cierto, no es el único mito de la música moderna que ha actuado sobre la escena del “Príncipe Felipe”. A esas tablas se han subido artistas de la talla de David Bowie, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Manolo García, Bunbury, Amaral, Loquillo, Luis Miguel, Joe Cocker, Tom Jones, Santana, Supertramp, Depeche Mode, Backstreet Boys, Julio Iglesias, La Oreja de Van Gogh, Fito y los Fittipaldis, Rod Stewart, Leonard Cohen, The Who y un larguísimo etcétera, verdaderamente abrumador, de artistas de primerísimo nivel, que han hecho las delicias de los aficionados aragoneses y de miles de espectadores procedentes de muy diversas geografías. De cientos de miles, seguramente, contribuyendo con ello a amortizar una de las infraestructuras más rentables de la capital de Aragón.

Una buena programación, una correcta atención al usuario, un mimo especial en ofrecer calidad y confort a precios asequibles han sido algunos de los secretos, de las recetas, de un éxito compartido. ¿Por quiénes?. Por todos aquellos que hemos tenido el privilegio de aplaudir, vibrar, sentir, emocionarnos hasta el grito o las lágrimas, cantar, bailar, charlar, pedir autógrafos o iniciar a nuestros hijos en el deporte y la cultura.

Gracias, querido Pabellón, por darnos tanto, y ojalá vivas, por lo menos, veinticinco años más.